QUÉ CONSEGUIMOS TOCANDO EL TAMBOR?
La energia telúrica, ésa que proviene de la tierra misma, y que canalizamos especialmente a través de nuestros pies y nuestros dos primeros chacras, se mueve con algunos tipos de danza, tipo afro, y con el sonido del tambor.
Mueve la parte mas primaria de nuestra humanidad, la que nos une a la naturaleza, impersonal y salvaje. Es una fusión con la madre primigenia, con la inmesidad del ser que es la tierra misma, y como fusión, resulta un éxtasis para el subconsciente, pues en ese estado de conciencia no hay ni bien ni mal, ni juicio, sino una plenitud en la que podemos abandonarnos.
Es un estado de conciencia primario que ha sido muy manipulado y enjuiciado, pues libera los demonios personales.
Las culturas, pueblos y civilizaciones han hecho uso de esa energía muy de diferente manera. En la cultura occidental se ha manipulado con una moral férrea del bien y el mal, reprimiendo esa parte imprescindible para el desarrollo de la persona, que es la conexión con la naturaleza y reconocimiento de que somos parte de ella.
Siendo como es la base y la raíz, al estar cortada esa conexión, el resto del desarrollo humano acaba sintiéndose con falta de sentido y dirección y deriva a menudo, sobretodo cuando se empiezan a alcanzar los chacras más sutiles, en enfermedad mental y espiritual, pues no hay base suficiente, a diferentes niveles, para sostener las comprensiones, percepciones y experiencias que conlleva el elevar la energía a lo más elevado del ser.
Por tanto, el tambor tiene un resurgir en nuestros dias, necesario al elevarse la energia de Gaia y en consecuencia, la de muchisimas personas que están despertando, es decir, elevando su frecuencia, y la comprensión de quién somos.
El tambor moviliza la energía base que nos une a la Tierra y a todo lo que representa y deriva de esa fusión.
Esa movilización trae el despertar de una energía vital, conectada a la batería inagotable de la Tierra Madre.
Eso conlleva la responsabilidad de asumir nuestras cuentas pendientes con la represión, y la desvirtuación que pueda haberse desarrollado. Asumir también la responsabilidad de nuestra sexualidad como algo natural y bello, sin la carga de la reacción a la represión ejercida.
Para canalizar de manera armoniosa esta fuerza, solo nos queda abrir el corazón, ser amables, amorosos con los demás y el entorno. Abrir el corazón, Anahata, el chacra del centro. Abrirse a la cofianza en la vida, en uno mismo y en lo mejor de los demás.
De esa manera, la fuerza vital recuperada puede elevarse, encontrar su espacio, su sentido y traer mayor conciencia y felicidad a uno mismo y a todos los seres, participando de lo que llamamos Ascension planetaria, una elevación armoniosa de la energía planetaria, cósmica y humana, que siembra el presente de propósito y de sentido vital y espiritual.